Las grandes energéticas se apuntan al autoconsumo solar
La energía fotovoltaica es limpia, barata y cada vez más apreciada por los consumidores.
Repsol ha sido el último gigante energético en apuntarse a las energías renovables y al autoconsumo fotovoltaico en cuestión. Hace sólo unos meses, la mayor empresa petrolera de España adquirió una buena parte del negocio de energía de bajas emisiones de Viesgo, quinta empresa eléctrica de nuestro país.
Recientemente, la petrolera ha finalizado otra gran operación al hacerse con el control de Valdesolar Hive, desarrolladora de una de las mayores plantas solares de España en el municipio pacense de Valdecaballeros, que entrará en funcionamiento entre 2019 y 2020. La empresa petrolera irrumpe así en el sector solar fotovoltaico, una apuesta que se enmarca en su estrategia general de diversificación de energía más allá del petróleo.
La entrada de Repsol en el sector fotovoltaico no es en realidad ninguna novedad: se trata de una decisión estratégica que ya tomaron en su día grandes empresas eléctricas como Endesa, Iberdrola o Naturgy (antigua Gas Natural Fenosa), hasta entonces alérgicas a todo lo que se pareciera a una placa solar. La estrategia de Repsol, como la del resto de gigantes energéticos de nuestro país, viene a responder a lo que para muchos es obvio desde hace ya varios años: una clara tendencia hacia la descarbonización de la economía y del mercado energético en particular.
El oligopolio de la energía quiera hacerse con el mercado de las renovables.
La transición energética, caracterizada por una disminución progresiva del consumo de energías fósiles como el carbón o los carburantes en pro de la energía limpia, es una tendencia ya bien asentada y llamada a generalizarse en los próximos años. Ante esta situación, a las grandes empresas de la energía no les queda otra: renovarse (de “renovables”) o morir.
Desde un punto de vista comercial, que las grandes quieran entrar en el mercado del autoconsumo fotovoltaico tiene sentido: mantener el suministro de electricidad convencional al tiempo que se va gestando su sustituto suena a pingües beneficios, presentes y futuros.
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No en vano, las grandes de la energía ya han empezado a tirar la casa por la ventana en la búsqueda de clientes, ofreciendo al consumidor proyectos residenciales llave en mano que, según la comercializadora, pueden incluir en el paquete servicios como la realización de los trámites administrativos correspondientes, el mantenimiento de la instalación o una tarifa reducida de electricidad convencional para el horario nocturno. Cualquier cosa con tal de que el cliente opte por su oferta.
Ahora bien, ante este fenómeno de irrupción en masa, cabe hacerse algunas preguntas. La primera tiene que ver con lo que podríamos llamar “correlación de escenarios”. Si las empresas del oligopolio eléctrico español dominan hoy en día el mercado de la energía eléctrica convencional, ¿quién puede garantizar que no lleven sus prácticas en este mercado -a veces consideradas abusivas- al nuevo escenario de la energía fotovoltaica?
Son muchos los consumidores que, con un recibo de la luz en la mano, no entienden la variedad de costes adicionales que se añaden al gasto puramente de consumo eléctrico, por muy desglosados que aparezcan dichos costes en el recibo. Que el origen de la energía sea un panel solar no tiene por qué cambiar necesariamente esta tendencia hacia la opacidad en el cobro.
Cabe preguntarse también cómo ha de afectar la entrada de grandes compañías al desarrollo de tendencias existentes en el sector de la energía fotovoltaica e impensables en el mercado de la energía convencional, tales como el ya comentado balance neto.
No faltará alguna mente mal pensada que pueda imaginar que las comercializadoras de las grandes compañías acaben usando el acceso diferido a la energía no consumida como atractivo comercial para fomentar la compra de sus productos. A fin y al cabo, la energía solar sobrante de una instalación de autoconsumo se vierte a su red.
Por último, cabe preguntarse también qué ocurrirá con la tendencia a la generación distribuida de la energía. Una empresa como Repsol, que adquiere una megacentral fotovoltaica de miles de kilovatios, contribuye a fin de cuentas a perpetuar la centralización energética, cuando precisamente una de las bendiciones de la energía fotovoltaica es la posibilidad de reducir las distancias entre los puntos de generación de energía y los de su consumo.
Pero… ¿Qué ocurre con la independencia del autoconsumidor?
En definitiva, estas y otras preguntas no hacen sino abordar, si acaso desde distintos puntos, una gran cuestión general que vive en la raíz misma de la revolución fotovoltaica: la de la independencia del autoconsumidor. El consumidor de energía renovable hace una apuesta ética en la contratación. Una apuesta por una energía más barata y sin emisiones, desde luego, pero también una apuesta por una transformación que dota a la energía solar fotovoltaica de su carácter verdaderamente revolucionario: la que se produce cuando los propios consumidores se convierten en productores independientes de su propia energía. Es la preponderancia de este nuevo tipo de consumidor/productor la que mantiene el “auto” en la palabra autoconsumo.
Desde Cambio Energético trabajamos para que el autoconsumo industrial y residencial sea uno de los instrumentos más apropiados para luchar contra el cambio climático, reducir el impacto medioambiental de la generación eléctrica y a la vez, sea una herramienta de democratización del uso y gestión de la energía.
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