Hidrógeno: el combustible del futuro (ii)
Muchos dicen que el hidrógeno está llamado a convertirse en el combustible del futuro. Desde luego, atractivos no le faltan: no genera emisiones de CO2, es el elemento más abundante del Universo, tiene mil y una aplicaciones… En este segundo artículo sobre el hidrógeno completamos la información que te ofrecimos en el primero hablando sobre la pila de combustible de hidrógeno y sobre el papel fundamental que las energías renovables pueden jugar en el desarrollo de esta espectacular tecnología.
En nuestro artículo anterior sobre el hidrógeno explicábamos que este elemento es capaz de producir energía de dos formas distintas. De un lado, puede usarse con otros elementos para crear combustible sintético, una especie de “gasolina de laboratorio”. De otro, el hidrógeno puede usarse de forma directa con oxígeno para generar electricidad. Precisamente es este último uso el que, sin duda, será el más relevante de cara a futuras aplicaciones. Para explorar cómo funciona, vamos a fijarnos en un sector que avanza rápido por este camino: el sector de la automoción.
El coche de pila de hidrógeno
Seguramente habrás oído ya hablar del coche de pila de combustible o “coche de hidrógeno”. Este tipo de vehículo presenta la nada desdeñable facultad de que es capaz de producir su propia electricidad para funcionar. Para ello, cuenta con una pila donde se ponen en contacto el hidrógeno que transporta el vehículo en su depósito con oxígeno, generando electricidad y liberando agua en forma de vapor. La electricidad obtenida se almacena en una batería y se utiliza para hacer funcionar los motores eléctricos del vehículo.
[bctt tweet=»La pila de hidrógeno puede representar un gran avance para el futuro» username=»@cambioenergetic»]
De esta explicación bien podría deducirse que, de hecho, ya se está utilizando el hidrógeno como combustible. Entonces, ¿por qué hablar de él como el “combustible del futuro”? La razón es que aún hay camino que recorrer para generalizarlo, y son varios los retos que hay que resolver y que establecen la longitud de ese camino.
Para empezar, es difícil hacer que este tipo de vehículos sean viables comercialmente. Como vimos en nuestro artículo anterior, la propia naturaleza del hidrógeno hace que no aparezca en estado puro, sino ligado a otros elementos en el agua, los gases, los hidrocarburos, etc. El proceso de separación de las moléculas para extraer hidrógeno es difícil, consume en sí bastante energía –a menudo proveniente de fósiles- y suele requerir como catalizares metales preciosos como el platino, que son muy caros y muy demandados. Estos factores afectan necesariamente a los precios de fabricación y del propio fuel, que son mucho más elevados a día de hoy que los correspondientes a un vehículo convencional.
Junto a esto, también vimos que el hidrógeno es complejo de comprimir y licuar, lo que hace que requiera mucho espacio para almacenarlo, un factor que dificulta la habitabilidad del vehículo. Su propia naturaleza inestable hace también que su almacenamiento pueda dar problemas en ambientes de temperaturas muy extremas, con lo que se hace esencial controlar la temperatura con radiadores y sistemas de refrigeración. Resultado: más peso, más complejidad y, de nuevo, más precio.
Un tercer factor que, al menos de momento, dificulta la plena viabilidad de los vehículos de hidrógeno tiene que ver con las infrastructuras de repostaje de combustible que están operativas hoy en día en todo el mundo. Los vehículos de hidrógeno son muchísimo más rápidos de repostar que otras modalidades de vehículos, como los eléctricos y, de hecho, son capaces de recorrer mucha más distancia que estos con un solo depósito. Sin embargo, puedes buscar y buscar, que aún así te va a costar encontrar “hidrogeneras” donde repostar tu coche de hidrógeno. Simplemente: están contadas. Hay toda una inversión por hacer en este tipo de estaciones de servicio que permita generalizar el combustible de hidrógeno.
A ver, a ver, antes de que te deprimas y digas adieu a la idea de hacerte con un coche de hidrógeno en un futuro cercano, déjanos que te contemos algo más, y es que la energía fotovoltaica tiene algunos ases en la manga que, en un futuro más cercano de lo que puedas creer, podría cambiar el panorama de la energía del hidrógeno y hacerlo mucho más asequible para todos. Sigue leyendo si quieres saber de qué hablamos.
El papel de la energía fotovoltaica en el desarrollo de la energía del hidrógeno
En la relación energía fotovoltaica – energía del hidrógeno surgen oportunidades mutuas de influencia y desarrollo. En otras palabras, la tecnología fotovoltaica puede beneficiarse mucho del desarrollo de la energía basada en el hidrógeno y, al mismo tiempo, puede también jugar un papel importante en dicho desarrollo.
Si hemos usado el ejemplo de la industria automovilística no es sólo porque es un buen ejemplo para entender los retos pendientes de la energía del hidrógeno. Lo hemos elegido porque en los últimos años, la industria fotovoltaica ha sabido adaptar avances del sector de la automoción para su propio funcionamiento. El almacenamiento en baterías es, probablemente, el mejor ejemplo y probablemente volverá a ocurrir en un corto plazo. El hidrógeno que se usa en las pilas de combustible de vehículos tiene un ratio energía/peso diez veces mayor que las baterías de litio, hoy día a la vanguardia del almacenamiento de la energía solar. Dicho de otro modo, ofrecen mucha más capacidad. Es por esto que el uso futuro de baterías basadas en hidrógeno como las que se están desarrollando hoy en día para vehículos podría multiplicar exponencialmente la capacidad y eficiencia de las baterías destinadas a almacenar energía procedente de una instalación de placas solares, haciendo así a la energía fotovoltaica potencialmente mucho más competitiva incluso en periodos de baja producción (durante la noche o durante periodos prolongados de poca luz solar por la climatología).
En la otra dirección, es decir, en lo referente al papel de la tecnología fotovoltaica en el desarrollo de la energía basada en el hidrógeno, también las expectativas son muy interesantes. De un lado, y como ya vimos en nuestro artículo anterior sobre el hidrógeno, la energía fotovoltaica puede ofrecer una alternativa 100% limpia a la energía que se utiliza generalmente para los procesos de extracción del hidrógeno de otros elementos. Sea para el reformado de hidrocarburos o para electrolisis, la energía fotovoltaica está preparada para hacer a ambos procesos libres de emisiones, convirtiendo así el ciclo del combustible del hidrógeno en uno completamente sostenible y, muy importante también para su generalización: en un ciclo más barato.
De otro lado, ya se están desarrollando sistemas que permiten obtener hidrógeno a partir de energía solar fotovoltaica aplicada a procesos de electrolisis. Dicho de otro modo, sistemas en los que la propia energía solar y no un metal precioso y carísimo es el catalizador del proceso de separación del hidrógeno y el agua. El proceso se realiza mediante un electrolizador especialmente diseñado para acoplarse a sistemas de energías renovables -y funcionar a la potencia variable propia de éstas- que está compuesto por una serie de celdas donde tiene lugar la reacción electrolítica al aplicar la energía de las placas solares. Una vez “liberado”, el hidrógeno puede almacenarse para utilizarse posteriormente en pilas de combustible, mientras que el oxígeno restante, de enorme calidad, puede usarse en aplicaciones médicas o procesos industriales. El único subproducto que se obtiene de todo el proceso es agua ultrapura.
Como hemos visto, al menos de momento, el uso del hidrógeno como combustible se enfrenta a grandes retos para su generalización. Sin embargo, su belleza es innegable: produce energía limpia, de alta eficiencia, fácil de recargar y en abundancia como ninguna otra. Por otro lado, la aportación de la energía solar, limpia, barata y con grandes posibilidades de actuar como catalizador, puede contribuir a la generalización del hidrógeno para convertirlo, cada vez más, en el combustible del presente, no del futuro.
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